El ser humano es débil y un viajante de esta tierra, capaz de cometer muchos errores, necesita acudir a esa fortaleza, sabiduría y amor divinos, para que pueda salir adelante.
Por Genara Castillo. 07 mayo, 2019.En momentos de crisis, surge la pregunta: ¿qué hacer? El Fundador de la Universidad de Piura, solía decir que estas crisis son crisis de santos, y entonces surge la pregunta ¿quién es un santo? Evidentemente, se pueden dar muchas definiciones.
La periodista española Pilar Urbano afirma: “Un santo es un pobre que hace su fortuna desvalijando las arcas de Dios. Un santo es un débil que se amuralla en Dios y en Él construye su fortaleza (…) Un santo es un paria de la tierra que planta en Dios su casa, su ciudad y su patria. Un santo es un cobarde que se hace gallardo y valiente, escudado en el poder de Dios”. Y, como el ser humano es débil y un viajante de esta tierra, capaz de cometer muchos errores, necesita acudir a esa fortaleza, sabiduría y amor divinos, para que pueda salir adelante y ayudar a la sociedad en la cual le toca vivir.
Esto lo entendió muy bien Guadalupe Ortiz de Landázuri (1916-Pamplona), una profesora de Química, cuya tesis doctoral se centró en las propiedades de la cascarilla del arroz, lo cual le valió un premio importante. Ella es un ejemplo de unidad vivida entre la vida laboral y la vida cristiana, ya que, en sus diversas tareas como docente en colegios e institutos, y a través de toda su vida ordinaria, se esforzó en vivir cara a Dios y ayudando a muchas personas a formarse humanamente y acercarse a Dios. En 1968, adelantándose a los tiempos, contribuyó a poner en funcionamiento el Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Domésticas (CEICD).
Esa coherencia con su bautismo, con su fe cristiana, le llevará a los altares el 18 de mayo próximo, con su beatificación decretada por el papa Francisco. El milagro realizado por su intercesión es la curación de un tumor maligno de piel junto al ojo, que tenía Antonio Jesús Sedano en Madrid, en el año 2002. Mons. Fernando Ocáriz, comentó: «La vida de Guadalupe nos lleva a comprobar cómo el darse enteramente al Señor, respondiendo con generosidad a lo que Dios va pidiendo en cada momento, hace ser muy felices aquí en la tierra y luego en el Cielo, donde se encuentra la felicidad que no se acaba”.